martes, 16 de noviembre de 2010

VUELVETE!!!


Ezequiel 33:11 dice: Diles: Vivo yo, dice el Señor Jehová, que no quiero la muerte del impío, sino que se torne el impío de su camino, y que viva. Volveos, volveos de vuestros caminos: ¿y por qué moriréis... ?

En cierta excursión de familias, en una zona de montañas, uno de los pequeños, se alejó del grupo. Sin darse cuenta los padres, en un parpadear, el niño había desaparecido. Tal fue la desesperación, que empezó a buscarlo todo el grupo, y a gritar su nombre. Organizaron la búsqueda dividiéndose, para ir en varias direcciones y poder hallarlo. El guía del grupo sale por su lado, y por otro lado iban los padres. El guía mira hacia el borde del cerro, y distingue una pequeña figura, que camina en dirección al precipicio. Le grita de inmediato al niño: -Por allí no! Por allí no! (Y le hace señas que regrese...) Luego a esto llegan los padres de otro grupo, y a coro le gritan al niño: Por allí no! El pequeño perplejo y aturdido, no sabe si avanzar o retroceder. Da unos pasos adelante, y el corazón de todos se paraliza. Nadie sabe que hacer... ya que si van corriendo a buscarlo... el niño podría asustarse y también correr... y podría despeñarse al vacío. ! En eso, llega el padre del niño... y dice a todos: silencio! silencio! Simplemente, se arrodilla, abre los brazos, y con lágrimas llama al niño por su nombre. Este, al ver los brazos abiertos de su padre, entendió que lo estaba llamando... y corrió sin pensarlo a su encuentro a abrazarlo. !

Ningún consejo lo pudo hacer volver sino solo los "brazos abiertos de su padre."

Estimado amigo/a: ¿Cuantas veces te han dicho que tienes que dejar tus malos caminos? ? No has querido escuchar el consejo de aquel familiar o amigo, que quería solo tu bien. Te has endurecido, y vas caminando, de forma caprichosa al precipicio de tu vida. Dios que ve el peligro te dice: "¡Vuélvete, vuélvete. ! Porque morirás?". El no quiere tu mal, sino tu bien. No quiere tu muerte a pesar de la impiedad de tus pecados, sino que extiende sus brazos para hacerte volver. Si muchas voces te han dicho que cambies y no haz hecho caso, al menos en este día escucha la voz de Dios, que dice en su Palabra: "No quiero la muerte del impío, sino que se torne de su mal camino." Dios mandó a su Hijo Jesucristo a morir en la cruz por tus pecados. Él es Aquel que "justifica al impío" si pone su fe en Él, como el salvador de su vida. (Romanos 4:5)

¿Hacia donde vas caminando hoy? ¡Date la vuelta, y camina hacia la cruz del calvario, y ve a tu Salvador con los brazos abiertos, de amor por ti. ! Y... hallarás el perdón que tu alma necesita... ¡Vuélvete. ! Isaías 55:7 dice: Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos; y vuélvase á Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar.


ORACIÓN PARA ACEPTAR A CRISTO

Yo confieso que soy un pecador (a) en necesidad desalvación. Me doy cuenta que viene el día en que será demasiado tarde para ser salvo (a). Yo te recibo ahora Jesucristo como mi Señor y Salvador personal; perdona mis pecados e inscribe mi nombre en el LIBRO DE LA VIDA ETERNA. Amén

VUELVE A TU CREADOR!

¿DONDE ESTA DIOS?


Eran enormes pilas de cartas, y cada día entraban nuevas. Llegaban entre cincuenta y cien cartas diarias, principalmente de Europa y América, aunque también del resto del mundo. Su destino era el correo de Jerusalén, y las autoridades no sabían qué hacer con ellas. Eran cartas que iban dirigidas a «Dios en Jerusalén».

Una carta iba dirigida así: «El Señor del mundo. Trono de gloria. Séptimo cielo. Jerusalén.» Algunas de esas cartas contenían peticiones de ayuda, especialmente de solteras que buscaban esposo. Otras venían de niños que habían sido abandonados. El jefe de correos se vio obligado a tomar la decisión de quemar todas esas cartas. «No podemos hacer otra cosa con ellas», concluyó.
Esta noticia de un número crecido de cartas enviadas a Jerusalén y dirigidas a Dios debe hacernos reflexionar. Que haya tanta gente en el mundo urgentemente necesitada y que no sabe cómo hallar a Dios es sumamente triste.

Que haya necesidad de dirigirse a Dios es evidente. Que este haya sido el anhelo de toda la humanidad de todos los tiempos, también es evidente. Y que toda persona se sentiría feliz si Dios le diera la respuesta que necesita, lo es igualmente.

En el Libro de Job, tal vez el libro más antiguo de la Biblia, se expresa el mismo anhelo: «¡Ah, si supiera yo dónde encontrar a Dios! ¡Si pudiera llegar adonde él habita! Ante él expondría mi caso; llenaría mi boca de argumentos» (Job 23:3). Para satisfacer esa necesidad, el hombre ha inventado toda clase de religiones y ha fundado toda clase de ciudades sagradas.

En cierta ocasión, Jesucristo pasaba por la ciudad de Samaria cuando junto a un pozo se encontró con una mujer samaritana. Ella, en la conversación que se suscitó, le dijo a Jesús: «Nuestros antepasados adoraron en este monte, pero ustedes los judíos dicen que el lugar donde debemos adorar está en Jerusalén.» A lo que Jesús le respondió: «Los verdaderos adoradores rendirán culto al Padre en espíritu y en verdad, porque así quiere el Padre que sean los que le adoren» (Juan 4:20-23).

Dios no está circunscrito a ningún lugar, a ninguna organización, a ningún orden ni a ninguna religión. Si tratáramos de describir el lugar donde se halla, tendríamos que concluir que se encuentra en el lugar de nuestra necesidad. Lo hallamos en el corazón del arrepentido. Lo hallamos en el dolor del humilde. Y más que todo, lo hallamos al pie de la cruz de Cristo.

Dios está ahora mismo tocando a la puerta de nuestro corazón. Abrámosle la puerta y dejémoslo entrar. Él quiere ser nuestro seguro y eterno Salvador.