martes, 22 de febrero de 2011

HNA PREDIQUELE A SUS FAMILIARES!

Estimada hermana que se esfuerza por ser fiel al Señor: ¿No le parece preocupante el hecho de que algunos de los seres más cercanos a usted en este mundo estarán lejos de usted en el más allá? Nuestro tío favorito; el primo con el que jugábamos felices cuando niños; Tal vez nuestro hermano carnal que no tuvo la fortuna nuestra de que alguien le predicara el evangelio. Efectivamente, muchos de nuestros familiares, si se asemejan a la generalidad de los seres humanos, jamás obedecerán el evangelio. Esto tiene que ser muy preocupante.

Por supuesto que todo el tiempo muere gente en esa condición. Tal vez este mismo día leímos en el periódico de un accidente con uno o varios muertos. Nos duele, pero no mucho. Casi inmediatamente desechamos el pensamiento de nuestra mente para ocuparnos de nuestros asuntos o de nuestros problemas. Pero la muerte de un ser querido desobediente al evangelio, es otra cosa. Es entendible que así sea. No es por casualidad que nuestros familiares cercanos son llamados así: seres queridos. Ellos y no otros son nuestros seres queridos, seres amados, y eso por causa del afecto natural. Mientras más amado el familiar que ha fallecido, sentimos más tristeza si él no murió en fiel servicio a Dios.

Pero esa tristeza es más terrible cuando se le une el remordimiento de pensar que nosotros no les predicamos el evangelio. Puede ser que el fallecido fue nuestro tío favorito, pero ahora reconocemos que nunca nos preocupamos por su condición espiritual. Lo menos que podemos hacer es orar a Dios implorando su perdón por esta falta.

Estas situaciones no son raras. Hasta pareciera que es algo más o menos común entre los cristianos. Lo peor es que con todo y el pesar y el remordimiento cuando un familiar muere en pecado, nuestra forma de hacer las cosas persiste en relación con los seres queridos que permanecen con vida.

Dígame: ¿Ya les habló usted de Cristo a todos sus familiares que no viven tan lejos de usted? Creo que la mayor parte de mis lectores se verán obligados a contestar negativamente la pregunta.

Tratemos de encontrar la razón de este problema y su respuesta.

Parece que a muchos de nosotros se nos facilita mucho más hablarle de Cristo a un perfecto desconocido que a un familiar. ¿Por qué? La razón es simple. Si el desconocido nos rechaza, nos es casi indiferente. Pero si un tío nos pone en nuestro lugar quizá con palabras directas, tal vez burlonas, es una experiencia realmente dolorosa. Ya desde antes de abordarlo, sabemos que existe esa posibilidad y la tememos y la evitamos. Es decir nos quedamos callados. Pero en el fondo de nuestro corazón comprendemos que ese temor al rechazo de un ser querido no nos excusa delante de Dios.

Es un alivio poder recordarnos a nosotros mismos el aforismo registrado en el evangelio de que “No hay profeta sin honra sino en su casa y en su tierra” al cual le damos la aplicación de que nuestro familiar no nos oirá. ¿Para qué tomarnos la molestia?

Pero tal vez la aplicación no sea tan válida pues la Biblia nos enseña que aunque al principio al Profeta no lo aceptaron sus hermanos, finalmente se convencieron, y dos de ellos hasta llegaron a ser los autores de sendos documentos pertenecientes al Nuevo Testamento.

Cómo sea y en todo caso, la pregunta “¿Para qué tomarnos la molestia?” tiene una respuesta: Nos la tomamos para descargar nuestra responsabilidad y para demostrar que nuestro amor por nuestro ser querido es más grande que cualquier consideración que pudiéramos tener.

Ya lo dicho hasta aquí pudiera establecer el punto. Pero hay algo de mucho más peso que se tiene que decir: La realidad que vemos a nuestro alrededor y tal vez aun en nuestra propia familia es que los casos de cristianos sin familiares en la iglesia son una marcada minoría. La generalidad de los hermanos (casi es seguro que usted mismo también) tienen varios familiares que son cristianos como usted. Pueden ser hermanos, hijos, tíos, primos, cónyuges… ¿Cómo puede eso ser posible si como nos gusta argumentar los familiares no atienden a los cristianos en su familia?

Se puede documentar el hecho de que la mayoría de los cristianos están en la iglesia gracias a la influencia o esfuerzo de algún familiar más o menos cercano. Por otro lado, el hermano en la fe que vino a los pies del Señor gracias al trabajo de evangelización de un cristiano que le era totalmente desconocido es una rareza.

Entonces, el cristiano que dice que no les predica a sus familiares porque es un esfuerzo inútil se ha quedado sin argumento. La verdad es que es entre nuestros seres queridos donde nuestro esfuerzo evangelístico tiene más posibilidades de ser exitoso.

A la luz de lo anterior no nos queda más que aceptar con gusto que debemos llevarle el evangelio a nuestros seres queridos, con la esperanza fundada en los hechos incontrovertibles de que algunos de ellos, no obstante el posible rechazo inicial, vendrán a obedecer el evangelio.

Jorge Rodríguez Guerrero

sábado, 5 de febrero de 2011

EL CAMINO PARA LLEGAR A DIOS!

Los hombres tenemos la necesidad de la ayuda de Dios, él creo todas las cosas con un propósito, él es el creador del universo. El hombre fue su especial creación fue “la corona de la creación”. En la Biblia esta la respuesta, este es libro que ha traspasado miles de años a lo largo de toda la historia, un libro que nos habla desde el principio de los tiempos dejando continuamente una respuesta a nuestras necesidades, las palabras más sublimes y verdaderas están en el, la biblia es el libro inspirado por Dios para el hombre, fue dado por revelación divina para proveer la salvación, todas las preguntas acerca de la vida, el amor, la salvación, la humanidad, el destino del mundo y todo lo que necesitamos están en el.




Veremos a continuación lo que han dicho personajes de renombre acerca de la biblia para introducirnos en el tema.





Lo que algunos hombres célebres dijeron de la biblia:





El renombrado escritor escocés Walter Scott (1771-1832) a punto de morir le dijo a su yerno: “tráeme el libro”( este quedo confundido porque el escritor tenia ventie mil volúmenes en su biblioteca) a lo que pregunto: “¿Cuál Libro? Scott respondió: “Solo hay un libro, y señalo la biblia.” El escritor valoraba la importancia de la Biblia por sobre todos los demás.





“Creo que la biblia es el mejor regalo que Dios haya dado al hombre. Todo lo excelente que el salvador del mundo tenia para nosotros esta contenido en él.”

Abraham Lincol





“No hay filosofía más sublime que la conocida con el nombre de Sagrada Escritura.”

Isaac Newton





“La existencia de la Biblia como un libro para el pueblo es el mayor beneficio que ha experimentado la raza humana.”

Emmanuel Kant





“Siempre he dicho y diré que el estudio del Sagrado Volumen hará mejores ciudadanos, mejores padres y mejores esposos.”

Tomás Jefferson





“La majestad de las Escrituras me asombra; la santidad del evangelio habla a mi corazón. Ved los libros de los filósofos, con toda su pompa; ¡que pequeños son en comparación a la Biblia! ¿Podrá creerse que este libro, a un tiempo tan sublime y tan sabio, sea obra de los hombres?”

Juan Jacobo Rousseau





“Es el Evangelio la más preciosa dádiva que Dios ha podido enviar al mundo.”

Montesquieu





“Estoy leyendo el libro de Job y me ha producido un éxtasis extraño. Dejé el libro a un lado y estuve paseando como un león enjaulado durante horas y horas, casi sin poder contener las lágrimas. Este libro fue uno de los primeros que se apoderaron de mí y cuyo recuerdo no me ha abandonado durante el resto de mi vida.”

Fedor Dostoievski





“La razón de que encontramos tantos lugares obscuros en la Biblia es, en gran parte, porque hay muchos lugares obscuros en nuestros corazones.”

A. Tholuck





“Stanley, yo he leído la Biblia cuatro veces mientras estaba esperando en Manyuena. Todo lo que soy lo debo a Cristo Jesús, revelado para mí en su Libro divino. ¡Oh, Stanley, Stanley, aquí está el manantial de la fuerza y del poder que transforman!”

David Livingstone





“Tu Palabra no muere, nunca muere, porque vive. No muere tu Palabra Omnipotente porque es la vida misma, y la vida no vive, vivifica.”

Miguel De Unamuno